Ya había estado en Zaragoza en otra ocasión por trabajo y no pude disfrutar de la ciudad como hubiera deseado, así que, esta vez, me he empapado bien de ella.
Los 40 grados de la ola de calor de agosto no pudieron frenarnos en absoluto. Además de disfrutar del arte mudéjar de los edificios e iglesias, de la Basílica del Pilar y Santa Engracia, del museo Goya y Pablo Gargallo, de la exposición de Roberto Fabelo (sorprendente), de la Aljafería, de las calles y plazas, de la Lonja y el Mercado y otros muchos encantos, nos pusimos las botas en el Tubo con las tapitas. Lástima que sólo tengan cerveza Ámbar. Se echaba de menos una Mahou o alguna otra diferente.
Preciosa la despedida desde el puente con las vistas de la Basílica de fondo al anochecer.