Ambos términos me sirven por igual para calificar la situación económica que estamos viviendo. Antes la guerra económica la utilizaban en ocasiones puntuales los países ricos y fuertes para castigar a países débiles que no se sometían a su voluntad (ejemplo de bloqueo económico de Estados Unidos a Cuba) o para castigar a países que no respetaban los derechos humanos pero, ahora, todos somos víctimas en esta guerra económica de los poderosos, aunque no queramos. Una de las bonitas consecuencias de la globalización.
Ahora la conquista de países no se realiza con las armas. Qué pérdida de tiempo. Además, el mapa internacional ya está diseñado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y sólo hay focos de lucha armada en contiendas locales dentro de algunos países árabes, poco más. Los países que siguen con las guerras de armas es que aún no han llegado a la fase B de la guerra económica, que es la que ahora asola países. (Aunque la venta y tráfico ilegal de armas sigue siendo un gran negocio para las grandes potencias).
Y en esta guerra... ¿cuál es el ejército? Los mercados financieros. Ese es el ejército letal que mata a los países.
Como en todas las guerras, en la guerra económica, los países fuertes conquistan a los débiles, se apoderan de su economía, hasta el punto de dejarles inútiles para actuar por sí mismos, e interviniendo en su política y gobierno interno tanto económico como legislativo y ejecutivo.
Así ya lo han hecho Alemania y su aliado Francia con Grecia y Portugal, y ya lo están consiguiendo con Italia, Irlanda y con España. Y lo seguirán haciendo con el resto de países que forman la Unión Europea, a los que ya nos han impuesto sus normas, sus restricciones y límites para tenernos controlados a todos.
Su mecanismo más efectivo para tenernos a todos cogidos por los huevos: la deuda pública externa.
El sistema de endeudamiento es tan efectivo para ejercer el control sobre los países que ya no se utiliza otro. Es el sistema que supera todas las estrategias anteriores. Con la deuda pública, estamos todos vendidos.
Fase A: Toma, toma, toma más, toma más, hombre, no te cortes. Y para infraestructuras, y para bienestar social, y para gastártelo en lo que quieras. ¿Cuánto quieres? ¿50.000 millones? Pues toma, te damos 100.000.
Fase B: Ahora dame, dame, dame y devuélveme todo lo que te he dado con sus intereses correspondientes y, además, como no puedes pagármelo en las condiciones abusivas que yo te pido, tienes que hacer todo lo que yo te mande. Y además, como vas a tener que seguir endeudándote para poder pagar la deuda, tendrás que endeudarte conmigo y nadie más.
Y para colmo, el único escape que podíamos tener, hacer más billetitos para que la economía interior tenga un respiro y pueda remontarse y siga adelante, tampoco podemos utilizarlo porque la Unión Europea ha prohibido cualquier incremento del índice de inflación. ¡Puf! Vaya lío en que nos han metido estos políticos de chicha y ná que nos han colocado.
Porque, si al menos todos los estados miembros afectados se hubieran opuesto en bloque, y hubieran dicho a Merkel: ¡No! ¡No! ¡No! ¡Y No! No vamos a cumplir vuestros objetivos ni este año, ni el que viene, ni al otro, ni al otro porque no somos Alemania y no nos podéis exigir unos objetivos a vuestro nivel. Y queremos que el pago de la deuda se negocie a muy largo plazo para no tener que tocar los derechos de nuestros ciudadanos ni tener que aplicar recortes sociales, porque el bienestar de nuestro pueblo es lo primero.
Eso es lo que tendrían que haber hecho y tendrán que hacer si quieren salvar a sus pueblos. Y no me refiero sólo a España, sino a todos los países que estamos siendo víctimas del imperialismo de Alemania con su aliado Francia. Si todos los países más débiles nos unimos en bloque, Alemania y Francia tendrán que suavizar sus exigencias y su mecanismo de control de pago de deuda pública.
Pero los alemanofranceses son muy listos. Además de endeudarnos hasta las trancas, con la puñetera prima de riesgo por las nubes, se aseguran que ningún país quiera comprar nuestra deuda y que nos veamos abocados a suplicar a los organismos financieros de la Unión Europea que nos rescaten y que el Banco Central Europeo compre nuestra deuda porque nadie la quiere. Es que son listos hasta morir.
Claro que, si se suavizan todos los mecanismos de presión sobre los países miembros, el euro perdería fuerza, perdería competitividad. ¿Qué el euro se va a la mierda? Pero si es que no hay quien lo salve. El euro está relegado al fracaso porque hay dos Europas: la de Alemania, Francia, Finlandia y países nórdicos ricos (Gran Bretaña, muy inteligente, se mantiene al margen y sólo se une para lo que le interesa). Y el resto del grueso de los países miembros, que vamos a un ritmo más lento y tenemos un nivel económico mucho más bajo y modesto que las superpotencias y que estamos sufriendo sus imposiciones e injerencias.
Pero a Estados Unidos no le interesa que caiga el euro y se mantiene vigilante para que siga en pie. ¿Seguro que no le interesa? ¿Creéis de verdad que a Estados Unidos, que fue quien lió todo este pitote con su especulación feroz y la venta masiva a Europa de bonos basura, no le interesa que el euro caiga? Perdona que lo dude, porque si el euro cae, el dólar volverá a ser la moneda reina de referencia mundial.
Merkel está librando su propia batalla económica particular con Estados Unidos intentando sacar a flote el euro de sus amores para combatir al dólar, pero lo está haciendo a costa de hundir en la miseria a los demás países miembros, a costa de destruir el empleo de todos los países y lograr que sus economías se basen sólo en la especulación financiera y en la deuda pública para conseguir mantener el euro en un alto nivel.
Y ahora llegan las nuevas economías emergentes fuera de los bloques económicos tradicionales: China, Brasil, algunos países del Este, India, la gran Rusia y otros países antes fuera del escenario económico mundial, se están "capitalismizando", a su ritmo, pero poco a poco van entrando en el juego de la especulación. Y Obama tiembla, y Merkel tiembla, porque los nuevos monstruos económicos se pueden comer con patatas a Alemania y a Estados Unidos, económicamente hablando.
Sin embargo, para las economías modestas, estos monstruos podrían ser una vía de salvación, un mercado nuevo con el que comerciar, negociar y abrir nuevas vías de desarrollo económico mucho más flexibles, amplias y menos rígidas y exigentes que las que nos imponen desde Alemania - Francia o desde Estados Unidos, que están cagados porque los nuevos monstruos les pueden arrebatar su hegemonia.
Y ahí nos tienen, a los países más débiles, cogidos por los huevos, sin poder menearnos. Víctimas de la guerra económica y del terrorismo de los mercados hasta el punto de que, nuestros propios políticos, aleccionados a dos bandas: Merkel y su cuadrilla de europedos, y Obama y sus yankis, nos ahoguen con sus políticas intervencionistas, sus recortes, ajustes, limitaciones y su deuda externa.
¿Hasta
cuándo lo consentiremos?
Sí hay alternativas.
Pero todas ellas pasan por una reforma profunda de la estructura de nuestro país, un nuevo modelo de Estado y salirnos del eurogrupo que nos ha conducido a esta crisis que parece no tener punto de retorno.