martes, 16 de febrero de 2016

Por amor al arte

Entrevistas secretas

No soy la única que afirma que, después del Greco, 
nadie ha pintado Toledo como Isabel F. Baro. 


Su estilo colorista y, en ocasiones, fantástico, 
su pincelada unas veces impresionista y, otras, 
rozando el realismo, 
su toque personal en cada una de sus obras: 
las tonalidades, las temáticas,  
la inspiración de su maestro Victorio, 
los juegos de luces y de colores, 
todo ello convierte a Isabel F. Baro en una artista única.

Tiene una visión muy luminosa y espontanea, diferente, 
pero sobria y firme, bien asentada en sus principios. 

Transmite la experiencia de un universo 
a la vez muy cercano, con temas costumbristas, 
y a la vez muy lejano, con sus obras de fantasía. 
En ocasiones ambos universos se mezclan. 

Una pintora polifacética y sorprendente. 

Os invito a hacer un fascinante recorrido 
por su vida y su obra.

(Gema López)









...Lo primero que observé en sus obras fue la pureza,
la alegría de vivir que expresaban sus colores.

En ella, estos gestos son espontaneos, naturales. 
Y aún así, no hace concesiones gratuitas en la tela.  
Sus cuadros denotan la inquietud, 
la búsqueda por encontrar el tono adecuado,
inconformista al máximo.

Espíritu inquieto... Artista, corazón abierto a la belleza,
sin tiempo para el espectro de lo negativo...

(Victorio Rodríguez, pintor)



No es el pintor quien pinta el cuadro. 
Es el mismo cuadro el que se pinta 
a través de la mano del pintor. 
(Isabel F. Baro)



Isabel, la pintora, disfrutando en el campo 


De izquierda a derecha: Antonio, marido de Isabel, 
Alicia, esposa de Victorio, Isabel, la pintora, y Victorio, su maestro



La pintora en el estudio




Antonio e Isabel


Isabel, con dos de sus hijos: Henar y Diego 
con el retrato de su marido Antonio, cazador.  


Isabel revisando sus obras en el estudio


Comencé gracias a mi marido, Antonio que,
por entretenimiento, se puso a pintar un cuadro
del castillo de Javier, en Navarra.
Lo estaba haciendo tan mal, 
que le quité el pincel de las manos y me puse a retocarlo.
Le gustó mucho: "Aquí la que pinta eres tú. - Me dijo -
Está claro que el talento no se hace: se nace." 

 Al día siguiente me regaló un equipo de pintura.
Y fue Antonio quien me animó y me obligó 
para que siguiera pintando.


Nunca fui a clases de pintura, ni sabía ninguna técnica, simplemente, me encantaba pintar,
 y yo sola lo he ido descubriendo. 

(Isabel F. Baro, la pintora)



...Capta con originalidad y, más aún, con un sexto sentido, 
el clima de cada cuadro. 
De esta forma transmite con su paleta 
la temperatura ambiente de cada paraje.

(Ariadna F. P. - La Voz del Tajo)




Hasta que apareció mi maestro, Victorio Rodríguez, 
tío de mi marido, que fue mi principal fuente de enseñanza. 
Victorio, ya fallecido, se hizo pintor famoso en Brasil y, cuando volvió a España, me llevaba con él al campo a pintar.

Él me decía: "Siéntate a mi lado y observa. 
Pero no mires al lienzo, que aquí no hay nada.
Mira la paleta: Aquí es donde está el cuadro".

(Isabel F. Baro, la pintora)



...Sus pinceles tienen la fuerza de la vocación dominadora.
El trazo firme, el color exacto. 
Una vez más, el equilibrio de la creación inspirada, 
nos deslumbra. Eso es el arte. 

(J. H. Ponos - ABC)



...Hay sosiego, un gran equilibrio; todo es armónico, amado.
Pacifica las expresiones metafísicas de sus mundos.

Su capacidad de comprensión y concepción 
de las ideas plásticas es tan extraordinaria, 
que de seguir en su paz interior (su musa),
puede ejecutar obras de un genio singular.

(Benito Esperanza, pintor) 



Siempre que preparaba una exposición 
llamaba a mi maestro Victorio 
para que me ayudara a seleccionar los cuadros. 

Él nunca me quitó ningún cuadro de en medio: 
todos le parecían bien para exponer.
Él me apoyaba y colocaba los cuadros 
en el orden más adecuado para conseguir el mejor efecto. 

(Isabel F. Baro, la pintora)








Lo mismo que me ocurre cuando escucho ópera, 
cuando veo una obra bella me emociono de tal modo, 
que incluso llego a llorar.  

También me emocioné delante del mausoleo 
de Miguel Ángel, en Florencia, 
lo mismo que delante del de Rossini,
pensando en todas las obras bellas que habían creado.

En ocasiones, la música es para mí 
una gran fuente de inspiración para pintar.
Otras, un rayo de sol, el efecto de la luz, los colores,  
un cielo cerrado por las nubes en un día de tormenta...

(Isabel F. Baro, la pintora)






Hay que sentir el arte desde dentro del corazón.
¿Quién tiene que tener un cuadro en su casa?
Aquél que lo quiere porque lo siente dentro de su corazón 
y desea tenerlo en su casa para disfrutarlo 
y poder seguir sintiéndolo.

Si observáis, en los museos, los visitantes se van parando 
en cada obra de los grandes maestros, 
incluso hay personas que se quedan absortas 
durante un buen rato para emocionarse y sentirlo. 

El verdadero artista tiene que conseguir 
que el espectador se pare en cada cuadro, 
tiene que hacer sentir cada cuadro. 

Me dijo una señora: 
"Yo me gasto un dineral en los marcos para los cuadros".
Le respondí: 
"Señora, yo vendo arte. 
Si la gente se parase en mis cuadros por los marcos, 
mejor me quedo en mi casa". 

(Isabel F. Baro, la pintora)



A mi esposa, Isabel

Enfrente el blanco lienzo,
observa pensativa.
Le horroriza y atrae a la vez
aquel desierto.
Primero tembloroso,
después,  con trazo firme,
un pincel atraviesa el firmamento.
Aislada al exterior,
dormida al tiempo,
sumergida en su mundo de color
con rabia inconformista,
descubriendo secretos de aquella nueva tela.

¡Ya van surgiendo allí las bellas formas!
Parece que rascando superficies
de aquel lienzo, brotasen desde el fondo,
soñando un arco iris
de colores, paisajes y de sueños.

El cuadro está acabado.
Descansan los pinceles de su vuelo.
Un sopor, un cansancio casi eterno,
invaden a la artista
y mira hacia su obra insatisfecha.

(Antonio Martín González)



Isabel, ¿Te atreves a revelarnos un secreto del futuro?
Desafortunadamente, veo un futuro muy oscuro, 
sobre todo por las malas consecuencias del cambio climático. 
Nada alentador. 
El ser humano es capaz de salir de los peores estragos,
pero cada vez será más difícil remontar.
Somos muñecos manejados por los intereses económicos 
de las grandes organizaciones mundiales. 

La única forma de lograr que el mundo no se venga abajo
es, sin duda alguna, con el arte, en todas sus modalidades: 
la música, la pintura, la escultura, 
la arquitectura, la literatura y, 
aunque parezca mentira, la amistad, que también es un arte, 
y todas las cosas bellas de este mundo,
que hacen posible que la sensibilidad más humana aflore.

Con ésto, conseguiríamos eliminar la maldad, 
el odio y el miedo. 

(Isabel F. Baro, la pintora)
   

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